domingo, 24 de junio de 2012

Arco Iris


La habitación se oscurece. Aparece una luz violeta y muestra flores sombreadas por la pared. Mariposas. Las famosas mariposas hacen su función de hacerte sentir ese cosquilleo inquietante pero a la vez ameno por el estómago. ¡Ah, mi estómago! Mi estómago se hunde para dejar paso a la línea curvada que hace temblar todo mi cuerpo. Mis piernas y mis brazos intentan ganar la batalla sin éxito, la batalla de dejarme llevar. Dejarme llevar por las sensaciones, por la piel de gallina, por el dolor placentero del principio y por el placer doloroso del final.

No. Mejor no me dejo llevar. Para. Bueno, no… sigue.

Un arco iris envuelto de estrellas aparece por la habitación mientras las sábanas arrugadas vuelan por el aire. No puedo respirar, todo se estremece. Más luces, más estrellas, más sombras, colores y flores danzan al son de la música por toda la habitación. No, por todo el piso, por toda la calle, por todo el barrio, por toda la ciudad. Y suben, suben muy alto. Queda poco para tocar cielo. Queda muy poco. Llegan… van a llegar y…

Todo desaparece. Llega la calma y las sábanas caen. Hay una explosión de colores y luces del arco iris y las flores, las sombras y las estrellas se deshacen en el techo. Lo he conseguido. Las oportunidades de volver a tocar el cielo aumentan. Se las doy. Se las merece. Quiero que se las merezca.