Es ese piso. Esas
paredes anaranjadas remueven mi estómago hasta quitarme todo el aire que guardo
dentro de mí. Durante dos semanas me he creído mentalmente invencible. No era
cierto.
Tantos años
engañando a mi mente que ahora ella me engaña a mí. Ha aprendido a
desconectarme, a guardar sin mi permiso cualquier recuerdo en esa cajita oscura
cerrándola bien fuerte. ¿Para qué? Para que un día no pueda cerrarse llena de
tantos recuerdos y explote.

Suerte mía será,
que no es la primera caja que rompo y sé repararla a tiempo. Aún sin ser
invencible, aunque sí indestructible, espero que algún día la caja no se repare
y pueda eliminarla definitivamente.